La toxina botulínica se lleva empleando en medicina desde hace más de tres décadas en subespecialidades como oftanmología y neurología. A finales de los años 80, la toxina botulínica empieza a utilizarse en dermatología para mejorar arrugas de expresión y ya en los años 90 para tratar problemas de sudoración.
Se trata de una técnica para suavizar las expresiones de enjevecimiento facial y sus correspondientes arrugas de expresión. Es un procedimiento no invasivo, seguro, bien tolerado, y con muy baja incidencia de efectos secundarios o complicaciones, en cualquier caso leves y temporales.
Las infiltraciones de botox se han convertido en el tratamiento estético más realizado en todo el mundo